INTRODUCCIÓN

A manera de INTRODUCCIÓN

Hay encuentros que marcan nuestras vidas. El 31 de diciembre
de 2016 tuve la fortuna de conocer a una persona que trabajó
gran parte de su vida como el payaso Ronald McDonald. Un personaje
sumamente interesante al que, a fin de conocerlo, observaba
yo mientras se dirigía a otras personas.
En el transcurso de la noche entablamos conversación acerca
de mi trabajo y cada vez que yo le comentaba algo, el me hacia una
pregunta. Después de saber que yo era ingeniero, me preguntó:
—¿Cuándo decidiste que serías ingeniero?
Mi respuesta a esta pregunta connota sudor y desaliento.
Una vez, a mis 6 años de edad, abrí el refrigerador de mi casa y no
había nada en absoluto. Bueno, no debo mentir: había dos tortillas
frías y un bote de mayonesa McCormick. Mis tripas hacían el ruido
peculiar del hambre, así que caminé al cuarto de mi madre, donde
ella y mi hermano de 5 años veían la televisión, me asomé a la
puerta y exclamé:
—Tengo hambre y no hay nada que comer.
Y mi madre respondió:
—Tenemos que esperar a que tu papá nos mande dinero
para comprar cosas para comer.
Mi padre se había marchado la semana pasada a algún lugar
desconocido para mis 6 años de edad. Hice un gesto de molestia
y suspiré. Estaba hambriento y la respuesta de mi madre no determinaba
cuándo podría comer. Mi mente viajó hacia lugares que me
hicieron pensar en cuál era la necesidad de tener un refrigerador
sin nada dentro. ¿No hubiera sido mejor venderlo y tener comida