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que no se echase a perder? Pero era claro que no íbamos a vender
el refrigerador, así que tenía que ingeniármelas para comer ese día.
Después de mucho pensar, abrí la puerta de la casa y grité:
—Ahorita regreso— y salí.
Mi misión era clara, tenía que encontrar algo que hacer que
propiciara una remuneración. Afortunadamente para mí, la gente
de mi vecindario odiaba tener que salir a tirar la basura en la esquina
de la cuadra. A diferencia de mi situación actual en la que sólo
tengo que poner el bote de basura fuera de mi garaje para que sea
recogida por un camión, en ese entonces era necesario colocarla
en un sitio específico. Así que ese día empecé a tocar puertas
preguntando si alguien deseaba que, a cambio de unas monedas,
efectuara la tediosa tarea de llevar a la esquina las bolsas de basura.
Para mi sorpresa, mucha gente estuvo dispuesta a pagarme
por esta actividad, así que al final del día regresé a casa con muchas
monedas. Se las di a mi mamá y le pregunté:
—¿Ahora sí podemos comer algo?
A menudo miramos a la gente a nuestro alrededor y pensamos:
“Quizá si yo hubiera nacido en una posición económica un
poco más acomodada o si tuviera las oportunidades que tal o cual
persona tiene, entonces sí podría hacer muchas cosas”. Pero tal
pensamiento es falso. Nacer en lo menos acomodado te da más
oportunidades porque simplemente no hay manera de caer más
bajo. Ya estás en el fondo, y desde ahí sólo se puede ir “pa’rriba”.
Pienso que mi vocación de ingeniero surgió cuando aquel día
decidí hacer algo por mi madre, mi hermano y por mí mismo. Pero
sólo estoy seguro de ello ahora: en realidad, en aquella época yo
quería ser mago. Claro, ser mago es lo mejor. Si voy a mi refrigerador
y no hay cosa alguna fácilmente hago aparecer un pollo rostizado
¡y listo! Pero no, la vida no es así. Después quería ser piloto aviador
y la verdad es que, a esta edad y en estos momentos, mientras
vuelo de la ciudad de Minneapolis a Denver, aún me da miedo volar.